Columnas rítmicas

Columnas Rítmicas

Expo MACLA. Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano

La Plata 2011.

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la muestra

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Taller

«Columnas Rítmicas»

La columna es un motivo que siempre me interesó. No se trata exclusivamente de la columna como elemento de sostén sino, también, de sus parientes: el poste, el pilar, el menhir, el obelisco, la cariátide, la estaca y la marca; una constelación de motivos que expresan no solo la verticalidad, sino, ante todo, el estrato que separa y une el arriba y el abajo: el piso y el techo, el suelo y el cielo, los pies y la cabeza. El hombre, dijo Unamuno, es un animal vertical; aunque no necesariamente –debemos agregar – verticalista.
La vertical y la horizontal son las dos referencias principales del equilibrio. En dos pilares que realicé hace unos años y que son patrimonio del MACLA (Pilar Trágico o «Hamlet» y Pilar Rojo), la vertical es una expansión desde abajo hacia lo alto que pasa por sucesivas crisis, al punto de no repetirse ninguna dirección, ninguna longitud, ningún intervalo de espacio y tiempo; ni poder trazarse, con continuidad, un eje virtual en el centro huidizo de la forma. Son formas inestables, de un equilibrio precario.
No es el caso de la primera serie de Columnas Rítmicas (Expo MACLA 2006): estas tienen apariencia de columnas y varias de ellas remiten, por cierto, a aquellos postes totémicos que fueran habitados por númenes – espíritus, dioses, demonios y animales ancestrales o tutelares – que aún habitan, aunque distanciados, en nosotros.
Nada podría parecer, lo reconozco, más primitivo y anacrónico; y, sin embargo, aún sigue teniendo significado en tanto nos seguimos moviendo entre las dos referencias elementales que son la tierra bajo nuestros pies y el plafón del cielo sobre nuestras cabezas.
Las que ahora presento, la serie II, son un desarrollo de las que hice para aquella ocasión. Pero con una diferencia: en estas retomo un tema que expuse en el Monumento dedicado al Maestro Kubic (jardines del Colegio Nacional de La Plata, 2001, gestionada por el Coro Antares) y en el Monumento a La Chancana («cruz andina»): la columna sin fin. Aquellas tenían algo así como «pies» y «cabeza». Estas no tienen ni pies ni cabeza; no tienen – virtualmente – principio ni fin: son un segmento de un movimiento ilimitado… Personalmente me siento más identificado con estas. Hay, expuestas, de todas maneras, en la presente muestra, algunas columnas de la primera serie.
Las referencias que aparecen en los títulos y en los epígrafes no responden, necesariamente, a propósitos previos al diseño: son asociaciones libres que sugieren un objeto o un contexto y pueden aparecer durante el proceso o finalizado el proceso.
En esta ocasión expongo en paralelo y en los mismos espacios con un notable artista visual platense, Jorge Pereira. Es el deseo de ambos que las realizaciones de uno y de otro, lejos de interferirse, se complementen para generar un ámbito sensibilizado por la presencia de las obras.
Agradezco a Marynés, mi esposa, por su apoyo continuo sin fisuras; a Osvaldo Ebro, técnico en estructuras, por su compromiso y dedicación; a Rubén García Mele, fotógrafo y escultor, por su desinteresada y oportuna colaboración; y a César López Osornio, director del MACLA, por su confianza de tantos años.
E. G. D. N.